Kiya Ba Ya'far

El blanco es su color, el color de la muerte, de la pereza de alma, pues el asesinato  es necesario.

Su mirada es dura, inquietante, algunos dicen que si te mira fijamente puedes llegar a morir, o te provoca un terror tan irremediable que optas por quitarte la vida.

Incuso algunos opinan que sus ojos parecen oblicuos como los de un felino cuando clava la mirada en su interlocutor.

Sus topas, bien confeccionadas no producen ruidos, ajustadas a su cuerpo, para darle agilidad, flexibilidad a la hora de caminar, trepar o sorprenderte por la espalda.

Cubre su cabeza con un turbante blanco. Suele ocultar su cara a los demás, excepto a la familia de Alepo,  con lso que mantiene un vínculo que pocos conocen.

A los  dieciocho años ingresó en la secta de los Asesinos. Hijo pequeño de una familia refugiada y sobreviviente de la masacre de Jerusalén. Sus abuelos escaparon  y  fueron acogidos por el gobernador de Alepo.  

Pertenecía a la tercera generación de los Ya'far, al contrario que los miembros de su familia, el joven Kiya se aquedo embobado al escuchar las leyendas que hablaban del Viejo de la Montaña. Hizo de él un ídolo, un verdadero mesías que destruiría a los frany, se recuperaría la santa Jerusalén, y se cumpliría sus deseo de venganza, su sangre recorrería las calles de la ciudad como la de sus antepasados.

Educado como Zengi, y sus hijos, es un gran guerrero, inteligente, estratega. Su vida iba a ser destinada a ser el general más joven de los ejércitos de Alepo y Mossul, pero una mañana en la plaza de Damasco escuchó a un hombre santo, que aunaba la venganza, la fe y la batalla. Como esas órdenes militares que habían traído los frany de sus lejanas tierras, su recompensa no eran las cien huríes de El paraíso, sino sentir como manaba la sangre de los infieles que  asesinaron a su familia, le siguió.

Era más maduro que la carne de secta que entraba en los dominios de El Viejo, por lo cual su mente no era fácil de manipular, pero sabía esperar. Estudió los venenos, tradujo los mensajes de los enemigos, sus documentos. Se hizo imprescindible para el anciano, más cuando lo que él llamaba la traición de sus hijos y  herederos le partió el corazón. Tras su condena, el pasó a ser su delfín. Muchos pensaron que él estuvo tras la delación de los hijos del viejo, pocos se atrevieron a decirlo en alta voz, aquellos, no volvieron a hablar, siguieron a los traidores en una noche aciaga, que cambió la transparencia de las aguas por el rojo que emanaba de los surtidores.

Es un monje guerrero al estilo de aquellos que habitan Jerusalén, pero no tiene sentimientos, ningún remordimiento, hay quien dice que es un gran amigo del duque de Suabia. Que le ha contratado para eliminar adversarios políticos, también que odia a los persas y amenaza su sultanato.