Blaquis luz de luna

Delgada y flexible como un junco, de formas menos rotundas que la mayoría de las mujeres musulmanas, alta como su madre, de la que heredó las facciones delicadas y los ojos grises-verdosos que cambian según la luz que ilumine su cara. Su cabello es negro como el ala de un cuervo, lo que contrasta con su piel más clara que la mayoría de las mujeres de su entorno, en parte por su herencia materna. Algunos dicen que sus cabellos tienen ciertos toques azulados, otros que rojizos, pero  todos son especulaciones pues pocos han visto a la princesa, al menos sabiendo que se trata de ella.

Elegante, refinada, aristocrática, sus movimientos son como si se deslizase, como si flotara en las  selectas alfombras que cubres los palacios en los que habita, en especial en Edesa. Viste con sedas de oriente, con chales de Cachemira, con biso de seda marina de Grecia, plumas blancas de oriente, perlas de Omán, adaptadas a su alto rango, pero  se escapa de los salones disfrazada  como  una joven musulmana, para escuchar cuentos, mitos, o contarlos ella misma.

Los astros se confabularon, pensó Azarquiel, el famoso astrólogo de origen babilonio que residía en la corte de Alepo, cuando terminó esa carta astrológica de la niña nacida de la extranjera cristiana, nacida en yawm al-'ithnayn, en el mes de Yumada al-Thania, del año  524 de la Hegira, (19 de mayo de 1030). Vio sus ojos grises, esa criatura de perfecta belleza traería problemas, como su madre, pero debía admitir que su signo estaba bajo la protección de poderosos planetas, tendría un lugar en la historia.

Se crió entre algodones, en el harem donde reinaba su madre como favorita, como esposa principal, con varios hermanos varones entre los cuales destacaba Nur al-Din, el heredero designado por su padre. Fue educada como buena musulmana, pero Azarquiel pronto detectó  la inteligencia de la niña, que aprendió matemáticas, astronomía, filosofía, lenguas, pues tenía una extraña facilidad para asimilar conocimientos, y  lo que eras más raro inteligencia para deducir, lástima que fuera mujer, aunque su padre, Zengi nunca la puso barreras.

Su infancia discurrió tranquila, con las clásicas trastadas de una criatura inquieta, su hermano la enseñó a montar a caballo, a usar las dagas por si se encontraba en peligro, pues las noticias de las atrocidades de los cruzados, en especial de los frany les llegaban día a día. En Alpo había refugiados de Jerusalén, y pese a los años transcurridos no podían  olvidar los ríos de sangre. Ni las noticias de canibalismo, fueran o no exageradas, el corazón de la joven temblaba ante la idea de su cercanía.

Su vida  cambió cuando su familia, debido a su discreción y conocimientos la nombró gobernadora de la recién conquistada Edesa. Justa, dictó sus primeras leyes para proteger a los que quedaron, persas, armenios, cristianos o judíos.  Hizo que se eximiera de impuestos a los  que se convirtieran islam, pero no despreció a los paganos, dictando impuestos equilibrados.

Tiene el temor a que los francos asedien sus tierras, pues sabe que no serán tan condescendientes como ella, pero intentará mantener la paz en sus territorios